No soy más
que el reflejo que me mira
a través del agua cristalina
de un mar en calma.
No soy más
que la imagen que se difumina
con el movimiento de las olas.
Y esas veces que se agita tanto
que no puedo atisbar
ni un contorno desdibujado.
Dejo de ser
y no sé quién soy.
Si el mar se lleva mi persona
y un cuerpo vacío,
en la orilla aguarda su regreso.
Contando al tiempo
que espera que la vida cambie
que la tempestad se calme,
volver a verme reflejado
y que el reflejo me devuelva lo que fui.
Y espero, y espero.
Y he visto cien amaneceres
sin haber vivido.
El mar
vive por mí
revolviéndose
subiendo y bajando
con las mareas.
Sin descansar un momento
en el que pueda recordar
lo que era y dejé de ser.
Porque no soy más que un reflejo
en el agua de un mar el calma.
Y cuando hay tempestad
y no logro verme,
dejo de ser,
y no sé quien soy.